lunes, 10 de diciembre de 2012

Qué peligroso puede ser sonreír...


Hay quienes dicen que los franceses son demasiado antipáticos, otros opinan que no, que simplemente son diferentes, o un poco “raritos”… Yo, la verdad, es que siempre he pensado que habría una explicación,  que en realidad eran muy seguros de sí mismos y que eso era lo que nos inspiraba antipatía…
Tengo que decir que, desde que estoy aquí, me he encontrado con todo tipo de personas; desde la empleada del banco que me dijo que le podía llevar cualquier tipo de papeleo que tuviese que arreglar para rellenarlo juntas, pasando por el apuesto camarero del café de la esquina de mi calle que, no solo llamó él mismo al taxi que llevaba a mis padres al aeropuerto, sino que al verme triste cuando ellos se fueron me invitó a un café y me dio la bienvenida a París, hasta llegar a las mujeres que trabajan en la administración de la universidad, cuyas respuestas siempre son “tant pis” (¡mala suerte!) o, en sus mejores días, “tant mieux pour vous” (pues mejor para ti). Todo esto sin olvidar, por supuesto, al agradable profesor que me corrigió dos tildes en mi disertación y primer examen en Francia y me dijo, después de los 6 años que llevo estudiando francés, que mi francés era incomprensible…  ¡Ese si es un hombre agradable! En fin…
El caso es que creo que, como en todos lados, en París se puede encontrar gente de todo tipo: simpáticos, antipáticos, colaboradores, tontos del cu… Pero sí que empiezo a pensar que, por muy simpáticos que sean, a todos les cuesta tener una sonrisa en la cara, y la prueba la encontré la semana pasada cuando leí en el periódico: “un hombre es detenido en el metro de París por ir sonriendo”. Aunque esto parezca una broma, tiene su explicación. En el metro y las estaciones de París (y supongo que en el resto de las grandes ciudades), están muy pendientes de las “maletas, mochilas y paquetes sospechosos”, por todo el tema de las bombas. El caso es que  aquí es muy normal que el metro deje de funcionar durante media hora debido a “un colis suspect”, es decir, un paquete sospechoso. Desde que vean en el metro una mochila o algún bulto sin acompañar, ya se convierte en sospechoso y la policía se ve obligada a evacuar casi la línea entera. Por este mismo motivo, en el metro se nos recuerda todo el rato que hay que avisar a la policía  desde que alguien vea algo sospechoso. Algo o… alguien… Y aquí nos encontramos con la explicación de la noticia: al parecer este pobre hombre iba solo en el metro y sonriendo sin aparentes motivos. Resultado: alguien llama  a la policía para denunciar esta situación tan extraña. Evidentemente, en cuanto supieron por qué era sospechoso este hombre lo soltaron, y no creo que llegase a nada más que a un simple malentendido.
La verdad es que no estoy totalmente segura de que esto ocurriese realmente, porque me parece demasiado gracioso o triste según se mire, pero lo cierto es que me ha hecho pensar. Quitándole el lado cómico al tema, y a lo impactante que nos pueda parecer a nosotros, en realidad no me pareció tan raro… En el metro veo todos los días a cientos de personas, la mayoría van solos, leyendo, escuchando música, hablando por el móvil o ensimismados en sus pensamientos… Desde luego ninguno de ellos va sonriendo. Así que tras leer el artículo, me imaginé en el metro yendo a clase como todos los días y ver de repente a alguien sonriendo, obviamente, ¡a su lado no me siento!
La otra explicación a que alguien te sonría en el metro es que está ligando contigo, y eso me lo explicó una amiga que lleva viviendo aquí un par de años. La verdad es que en Tenerife, cuando me sentaba en el tranvía o en donde fuese, siempre sonreía a la persona sentada en frente si me estaba mirando. No sé por qué, pero siempre lo hacía, era como decir “hola J”. Y cuando llegué aquí seguía haciendo eso, hasta que me di cuenta de que casi nadie me devolvía la sonrisa, solo algún que otro chico de vez en cuando y con una mirada demasiado intensa… Pero un buen día descubrí que para todas esas personas, ancianas, niños, niñas, madres, padres… ¡yo estaba ligando con ellas!
Ya intento no sonreír, aunque es cierto que a veces, cuando estoy de muy buen humor, no me doy cuenta, me olvido, y se me escapa alguna que otra sonrisita, pero bueno, esto es como con el idioma, cuestión de tiempo…
Mi madre dice que me he “afrancesado” demasiado. No lo sé, ya veremos cómo reaccionaré cuando esté allí, dentro de 2 semanas, y alguien en la calle me sonría sin razón alguna, o que llegue a un sitio, diga “buenos días” y nadie me conteste, o que todo el mundo me empiece a tratar de “tú” y a decirme “mira mi niña”… Evidentemente, todo tiene su parte buena y su parte mala.

Au revoir!

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