sábado, 16 de febrero de 2013

¡cuántas cosas!


Bonjour!

 Siento mucho haber estado desaparecida, pero me han pasado tantas cosas… En primer lugar, la última semana de enero, al terminar los exámenes y antes de que empezasen las clases, decidí irme con una amiga a Ámsterdam. Ella es una chica griega que, como yo, ha llegado este año a París, y como las dos pasamos en enero nuestros cumples aquí, lejos de casa, sin nuestros amigos ni familia, decidimos hacernos un regalo a nosotras mismas e irnos de viaje. Queríamos hacer un viaje medio hippie, quedarnos varios días fuera y gastar muy poco dinero. Así que cogimos un bus desde París hasta Ámsterdam, ¡que duró 8 horas! Pero la verdad, no es tan duro como parece, hacíamos descansos cada 2 horas y las dos fuimos hablando, durmiendo y leyendo la guía de viaje. El viaje me encantó, fue una nueva experiencia, ¡nada que ver con los viajes que hago con mis padres! Con sus ventajas e inconvenientes, pero estuvo muy bien. Aunque la ciudad en sí (y perdónenme los amantes de Ámsterdam) me decepcionó bastante. Es cierto que la gente es mucho más agradable que los parisinos, que te sonríen y hablan con facilidad, pero nada que ver con mi París… La ciudad me pareció muy sucia y había muy pocos museos comparado con otras grandes ciudades. Aunque tengo que admitir que nada más llegar me atropelló una bici… Tal vez eso influencie un poco mi opinión.

Días después, de vuelta a mi adorada París, empecé de nuevo las clases. Tuve la semana de presentaciones, de inscripciones y matrículas (aquí hay que matricularse mil quinientas veces de cada asignatura y en mil quinientos sitios diferentes), así que no tuve tiempo de nada. Fue una semana de clase y “paseos”. Y digo “paseos” porque cada vez que tengo que hacer papeleo en la universidad me veo obligada a recorrerme todo París. ¿Por qué? Pues porque aún no me he acostumbrado a los horarios: tengo clases en 3 facultades que están considerablemente lejos las unas de las otras, y cada una tiene horarios muy diferentes y a cada cual más raro. Ejemplo: “Lunes y miércoles de 11:00-13:00 y de 14:00-16:00. Martes y jueves solo de tarde y viernes cerrado.” ¿Ustedes creen que eso son horarios normales? Y luego somos los españoles quienes no damos palo al agua. En fin…

Después de una semana de locura, tuve todo resuelto, pero entonces… ¡Vinieron mi madre y mi hermana a verme! Así que decidí fugarme de clase toda una semana (mi madre prácticamente me obligó) y hacer turismo con ellas, comer y ver muchas tiendas.
Se preguntarán en qué parte de mi mansión se quedaron. Pues bien, mi madre conmigo en mi cuarto, y mi hermana en una colchoneta en el hall-despacho-comedor-cocina. Supongo que después de haber vivido aquí un par de meses, en 13 metros cuadrados, yo también he desarrollado esa habilidad de los franceses de saber aprovechar por completo el espacio. En realidad, la primera impresión de mi hermana al ver mi piso fue muy divertida, aunque me dejó de hacer gracia en cuanto llamó a mi casa “desván”... Mi madre, por el contrario, que ya había estado en septiembre aquí conmigo, quedó maravillada y encantada al ver que mi casa estaba limpia, mi nevera llena y todo ordenado. ¡Para que luego digan que es difícil hacer feliz a una madre!
La verdad es que me encantó tenerlas aquí, enseñarles lo que había descubierto en París, mis sitios favoritos, mis parques y museos, tener a alguien con quien hablar al acostarme y sobre todo… ¡que me hiciesen el desayuno! (Mamá, es broma). Por otro lado, me asombró ver, después de 21 años criticando a mi madre, lo maniática que puedo llegar a ser con mis cosas. Me ponía muy nerviosa cuando veía a mi madre doblar el mantel de la mesa al revés o cuando mi hermana apagaba la luz para irnos a dormir y dejaba la puerta del baño abierta. ¡Y encima no cerraban bien la llave del lavamanos ni del fregadero y dejaban el grifo siempre goteando! Pero bueno, ahora veré con otros ojos el hecho de que mi madre se ponga histérica cuando en mi casa ponemos los cojines del sillón al revés o los mandos de la tele fuera de la bandeja que hay en la mesa.

Y nada, ahora que ellas se han ido, volveré a las clases, a mis franceses y a mis cosas. Espero volver a tener algo que escribir muy pronto.

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