Como todos los jueves, esta mañana he
madrugado bastante. Tengo clases a las 8 de la mañana en la facultad que está
más lejos de casa, así que tengo que estar en la calle por lo menos a las 07:15
(¡06:15 en Canarias!). En realidad, tampoco está tan mal, porque como París no
abre hasta las 11 de la mañana, a las 7 y media están todos durmiendo, así que
el metro está relativamente vacío, relativamente limpio y relativamente…
Hoy, cuando las puertas del metro se
abrieron y un aire cargado y maloliente me dio de lleno en la cara, me di
cuenta de que ya tenía otro tema del que hablar para una nueva entrada. Bueno, en
realidad lo primero que pensé, como casi todas las mañanas que me subo al metro
fue: “¿Cómo alguien puede oler tan mal a las 7 y media de la mañana?”. Enseguida
recordé anécdotas que explican este hecho y que me parecieron divertidas para
contar.
Primero que nada, hay que establecer un
hecho. Por supuesto, no quiero generalizar ni ofender a nadie pero la verdad está
ahí: Muchos franceses huelen muy, pero que muy mal. ¿Por qué? A veces, cuando
por las mañanas estoy calentita en mi cama, con mi pijama de invierno,
aplastada por mi funda nórdica y mis 2 mantas, y pienso que tengo salir de la cama
para quitarme el pijama y meterme en la ducha creo llegar a comprenderles y
pienso: “¿Será por esto?”. Pero, aunque sea cierto que hay veces que se me hace
muy difícil y paso mucho frío, yo siempre me acabo metiendo en la ducha, porque
me han educado así, que hay que ducharse todos los días porque si no, eres una
cochina. Pero claro, a lo mejor esa es la mentalidad en España, tal vez aquí a
los niños franceses les digan que lo normal es ducharse una vez por semana, o
en un invierno una vez al mes, porque como hace frío y uno no transpira…
En realidad, ya una anécdota que me
ocurrió meses antes de venir me había “advertido” de todo esto. Cuando me
dijeron que estaba admitida en el programa ERASMUS, y que me habían dado la
plaza para París, enseguida me puse a buscar dónde quedarme. Mi primera opción
fueron las residencias universitarias, pero todas me rechazaron, así que en
febrero del 2012, ya estaba buscando piso en París. Al principio solo me
preocupaba por buscar un piso cerca del
centro y con un precio razonable. Mis primeras opciones fueron “estudios” aún
más pequeños que el mío, de 8 o 9 metros cuadrados y aún así, siempre se salían
un poco de mi presupuesto o estaban a las afueras. Yo solo leía que tuviesen
calefacción, si tenían ascensor o no… En ningún momento se me pasó por la
cabeza que si no ponía que tenía ducha y WC era porque no tenía, porque eso es
ilegal ¿no? El caso es que estuve cerca de un mes viviendo en la ignorancia y
uno de esos días encontré el que yo creí el piso ideal. Estaba muy cerca de
donde vivo ahora (era mi zona favorita), era bastante barato y ponía que era de
9 metros cuadrados, pero tenía calefacción, parquet, las ventanas con doble
cristal, el edificio con digicode… Todo lo que para ellos es indispensable. Sin
embargo, no había fotos, sino que había que contactar con el propietario para
más información. Así que, emocionada, llamé al número indicado y enseguida me
contestó una señora. Le expliqué que era española, que me habían dado una beca
ERASMUS, que llegaría a París en septiembre y que estaba interesada en su piso,
pero que quería ver un par de fotos antes. La señora, muy agradable, me contestó
que me enviaría las fotos, pero que si quería me daba más detalles por teléfono
y me describía exactamente como era el estudio para que me fuese haciendo una
idea. Yo estaba emocionadísima, no me creía que pudiese haber encontrado un
piso tan rápido, en una zona tan buena y por ese precio, así que escuché atenta
la descripción de la mujer. Creo que recordaré esa conversación toda la vida:
-“Pues verá, la verdad es que es muy pequeñito.
Es una única habitación; en una esquina está la cocina, con una nevera y un
mueblito para la comida. También hay una pequeña mesa con una silla. Hay un
sillón-cama bastante grande y un armario con espejo. Y bueno, eso es todo
Yo enseguida reaccioné.
-“¿Y el baño?-“¡Ah sí, claro! En la otra esquina hay un lavamanos y el váter está en el rellano, es común.”
Lo primero que pensé fue que
evidentemente había algún error, y no sé por qué pero, en cuanto comprendí que
no había entendido mal, lo primero que me imaginé fue lavándome todo mi pelo en
el lavamanos… La imagen me horrorizó e intenté razonar con la señora.
-“Pero… señora, ¿y dónde me ducho?”
Y atención a la respuesta de la dama
porque va a explicar muchas cosas.
-“¡Ahhhhh! ¡Eso! Pues… creo que hay un
gimnasio en la misma calle.”
-“Vale, muchas gracias señora, que tenga
un buen día.”
Un gimnasio… También me imaginé yendo en
albornoz por París con mis cosas de la ducha. Hoy por hoy, aún no sé cuál de las
dos imágenes me conmocionó más.
El caso es que, después de esa conversación
comprendí que si el anuncio no precisaba que hubiese un baño era porque no
había, y al aplicar esa exigencia, los precios aumentaron aún más. Y no fue hasta
junio que encontré mi piso. Mis últimas opciones tenían todas más o menos el
mismo precio y estaban en zonas céntricas muy buenas, pero los otros pisos
estaban en edificios con ascensor o en un primer piso con una ducha, aunque sin
un cuarto de baño, y el váter en el rellano. Finalmente decidí que subir 6
pisos caminando era un precio muy barato para mi precioso cuarto de baño.
¡Mi alegre cortina!Todo en rosa y azul, ¡antes muerta que sencilla!
¡Mis preciosas maripositas y libélulas!
¿A que es el baño más pequeño y bonito que han visto nunca?
Alba
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